Historias de Malvinas: Oscar Rodolfo Bazán

 

Contribución especial de Ernesto Rodríguez Lascano

 

El Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES) ha firmado una cesión de derechos con excombatientes de la Guerra de Malvinas. En esta primera oportunidad Oscar Rodolfo Bazán es quien otorgó los permisos necesarios para la digitalización, en el marco de Laboratorio de Digitalización (LADI) de dicho instituto, de todo el corpus documental de cartas enviadas a su familia -algunas en formato de aerogramas (telegramas aéreos)- las cuales fueron respondidas por la misma. Este material pasará a formar parte del Fondo Documental Malvinas, con el que el ISES inaugura un proceso que busca generar fuentes para nuevas lecturas históricas sobre un conflicto bélico que marca de modo agudo a la sociedad argentina, y con la cual la institución tiene un compromiso ineludible.


Rodolfo Bazán, clase 1963, hijo de Francisca Delfina Torres de Bazán y de Ángel Rodolfo Bazán, comenzó el servicio militar obligatorio como soldado conscripto de Marina, durante el mes de febrero de 1982 en el CIFIM (Centro de Instrucción y Formación de Infantes de Marina), ubicado en el Parque Pereyra Iraola, provincia de Buenos Aires. Más adelante fue trasladado a Puerto Belgrano, donde luego de finalizada la guerra debió volver para terminar la “colimba”. Perteneció al Batallón Antiaéreo de Infantería de Marina de la F.A.P.A (Fuerza de Apoyo para Anfibios). Era un joven decidido, con amor a su patria y a su familia y de una marcada fe cristiana. A los 18 años, como cualquier muchacho de su edad con sus propios sueños, debió enfrentar con poco menos de 2 meses de instrucciones (8 de febrero al 2 de abril) uno de los momentos más dolorosos de nuestro país. Alejarse de su familia a tan temprana edad fue difícil, no sólo porque no tenía interés  en la milicia sino por la compleja situación a la cual se enfrentaba Argentina respecto de las Islas Malvinas en la que él debía participar.

 


 

Rodolfo sufría de asma, motivo suficiente para que le dieran de baja del servicio militar, lo que lo mantuvo esperanzado para reunirse pronto con su familia. Ese día no llegó, por el contrario el 7 de abril de 1982 desembarcó, junto a otros soldados conscriptos de marina, en las Islas Malvinas. Estaba viviendo una situación de sentimientos encontrados, ya que cargaba sobre sí la enorme responsabilidad civil-patriótica y, a su vez, la añoranza de volver a encontrarse con sus seres queridos. Desde un primer momento estuvo preocupado por sus padres y hermanos preguntándoles si se encontraban bien, ya que al principio en las islas no recibía noticias de ellos. Por momentos pensó que el correo tenía mucho que repartir, por ese motivo no tenía novedades. En sus cartas constantemente les    recordaba que estaba en buenas condiciones de salud, física y moralmente bien, que no le faltaban alimentos y abrigo. Es importante remarcar que en cada momento se desesperaba por darles tranquilidad a todos, familiares y amigos, pero sobre todo a su madre a quien amaba profundamente. De una manera insistente, pero sin hacerlos preocupar, les pedía encomiendas con chocolate para taza, caramelos, galletas, cigarrillos, lapiceras, papel, sobres y “unos mangos” si se podía, sólo con la excusa de pasar el rato durante la noche, seguir escribiéndoles y que los días transcurriesen más rápido. La realidad que no contaba era que a veces tenía frío, hambre y sólo quería estar con ellos. También pudo transmitirles con firmeza que tenía poco conocimiento de lo que estaba sucediendo, sabía que se estaban televisando noticias sobre la guerra, sin embargo a él y a todos sus camaradas sólo les importaba “defender lo nuestro, punto y aparte”, sostuvo en otro aerograma.

 

Para Rodolfo, las cartas que escribió significaron en ese momento un foco de distracción de la realidad que estaba viviendo y a su vez la tranquilidad y alegría de hacer saber a su madre que estaba vivo. Finalmente, luego de 42 años de transcurrida la guerra se enteró por su madre que las cartas y aerogramas que le escribía, para ella y su familia, eran como el oxígeno. Supo también que su padre perdió el habla un mes al enterarse que su hijo Rodolfo participaría de la gesta de Malvinas y, a pesar de ello, nunca se ausentó de su trabajo en la Compañía Argentina de Teléfonos (C.A.T). Rodolfo está convencido que cada carta y aerograma resguardaron anécdotas de momentos vividos, algunos difíciles, tristes o alegres, donde pasado el tiempo sus experiencias adquieren una relevancia muy rica para la historia argentina y la patria.

 

 


Reflexiones del autor: tener la oportunidad de leer las cartas y aerogramas que Rodolfo Bazán redactó a su familia me hizo profundizar hasta las lágrimas el sentimiento que tengo por una parte gloriosa de nuestra tierra, que fue defendida con pasión, perseverancia y responsabilidad. Conocer desde lo más íntimo las vivencias de un soldado en Malvinas y de su familia en el otro extremo del país y el apoyo y acompañamiento mutuo, me hizo pensar que esta es una excelente oportunidad para revalorizar nuestra patria, a través de testimonios de jóvenes con una fortaleza y coraje que muchos hoy no tendríamos.

 

Ernesto Rodríguez Lascano ISES (CONICET-UNT)


 

 

*Las dos últimas fotografías de Oscar Rodolfo Bazán fueron cedidas por su hijo Francisco Bazán, a quien las autoridades del ISES agradecen profundamente las gestiones necesarias para dar inicio a la creación de este Fondo Documental.

 

 

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